Por Juan Bautista Peris Roig
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4 de julio de 2022
Hace poco tuve la suerte de asistir a unas jornadas filosóficas en Salamanca . Muy interesantes. Alimentaron mi pensamiento con verdaderas ideas novedosas y rescataron de mi pozo interior algunas cuestiones que tenía aisladas y casi secuestradas. Una de ellas el tema de la muerte. Sin duda alguna porque hay algunas ausencias que siempre duelen y de incomprensibles que son uno las intenta olvidar. Y fue cuando en unas conversaciones de café después de una frugal comida alguno de los presentes comentó su línea de investigación. El transhumanismo y su promesa de inmortalidad para el ser humano. Al cerebro se le puede considerar como un ordenador y los pensamientos encontrarían su analogía con los datos. Tan solo falta transferir, mientras aún tenemos vida, nuestra mente a una máquina capaz de procesar estos datos digitales et voilà! He aquí un ser humano inmortal. Nuestro cuerpo muere, pero la mente vive. O algo así. Este sería uno de los objetivos más codiciados de nuestra era (tal vez de todas las eras), transformar la condición humana de tal manera de que la mente de una persona pueda ser convertida en datos digitales y “subida” a un ordenador muy potente, lo que te permitiría vivir en un mundo de experiencias virtuales sin límites y por ende alcanzar la inmortalidad, según comenta la web Xataka. Y todo esto gracias a las nuevas tecnologías convergentes que bajo el acrónimo NBIC reúne a la nanotecnología, biotecnología, informática y ciencias cognitivas. No es broma. Ninguna. Y esto no es que este cerca, es que ya es una realidad incluso en política. Argemino Barro, del Diario del Agua el Ágora, nos habla de un candidato arrinconado por la pareja Trump-Biden, Zoltan Istvan . Escribe Argemino, “la filosofía de Istvan, el transhumanismo, propone una “evolución participativa”: en vez de dejar la mejora de la especie humana en manos de la selección natural, es la especie humana la que tiene que tomar el mando, mediante la tecnología, y aplicar estas mejoras sobre sí misma. La inmortalidad solo es una de ellas, quizás la más ambiciosa. Pero hay muchas más: por ejemplo, hacer que la criogenización sea más efectiva, desarrollar implantes cerebrales que nos permitan tener todo el saber del mundo en la cabeza, lograr avances genéticos para evitar enfermedades o crear injertos mecánicos que potencien nuestra fuerza o nuestros sentidos.” Tema controvertido. ¿Me hubiera gustado que mis seres queridos no hubieran muerto? La respuesta es que hay pocas cosas que haya deseado con tanta intensidad, pero, ¿esas máquinas serían mis seres queridos? ¿Ese “no morir”, es vivir? "La muerte será una opción, no un destino," según el ingeniero José Luis Cordeiro. "Esta es la revolución más grande de la historia de la humanidad, nada se compara con la muerte de la muerte, nosotros estamos entre la última generación humana mortal y la primera generación humana inmortal". Es decir, el transhumanismo defiende que la muerte es un problema técnico, solucionable por la tecnología Y se me refresca el alma con un autor muy interesante, André Comte-Sponville . Filósofo francés, que sabe muy bien de lo que escribe cuando trata el tema de la muerte ya que el suicido de su madre y la muerte de uno de sus hijos, desgraciadamente, le ha hecho reflexionar sobre esa “normalidad” que es el morir. Él, no es creyente, yo sí, pero en sus escritos encuentro algo de ese Dios que él rechaza y que yo busco . Estos párrafos de su “Invitación a la filosofía” me han interesado enormemente. Sirvan de cierra a esta reflexión: «Si quieres amar la vida, [...] si quieres apreciarla lúcidamente, no olvides que morir forma parte de ella. Aceptar la muerte —la propia, la de los allegados— es la única forma de permanecer fiel a la vida hasta el final. Mortales y amantes de mortales: esto es lo que somos, y lo que nos desgarra. Pero este desgarramiento que nos hace hombres, o mujeres, es también lo que da a la vida su máximo valor. Si no muriésemos, si nuestra existencia no destacara sobre el oscuro fondo de la muerte, ¿sería la vida tan valiosa, tan rara y emocionante? «Por no pensar lo suficiente en la muerte —escribía Gide—, ni el más breve instante de tu vida ha sido lo suficientemente valioso.» Así pues, hemos de pensar en la muerte para amar más la vida —en cualquier caso, para amarla tal como es: frágil y transitoria—, para poder apreciarla mejor, para vivirla mejor».