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Honneth, LOMLOE, Francisco...y la ausencia
El escándalo de la inclusión
es que haya personas excluidas El modelo de persona en origen (no solo perfil de salida) y la normalización de una cultura del descarte son las cargas de profundidad que debemos tener en cuenta ante la LOMLOE.
Absorto ante la inmensidad de la existencia. Guarda sus secretos celosamente. Con un rigor especialmente duro cuando los hechos conmueven tus entrañas. Cuando la vida habla de ausencias imprevistas. Terribles. Momentos espeluznantes en los que uno saca las fuerzas de no sé bien donde y se pone en pie. Y sigo escribiendo parte de mi investigación para la tesis. Ahora de pleno en la cuestión educativa.
Ya verán ustedes como a partir de septiembre los gurús educativos van a explosionar con un sinfín de recetas al uso que servirán para marcar la nueva moda educativa. Y ya es mala noticia, como dice el estudiado Gregorio Luri, que la educación se vea sometida a modas que prometen ser muy pero muy de Lomloe. Algún ego y muchos bolsillos se verán recompensados. De esta forma pasarán por la pasarela la taxonomía de Bloom, los entornos VUCA, los saberes básicos, la inclusión, las diferencias, sabidas y manidas, entre evaluar y calificar … Lo peor, es que volverá a pasar que no sabremos sacar provecho a las bondades de una ley necesaria, aunque no suficiente.
Hay cuestiones más graves que otras. Cuando se habla de inclusión se olvida de que estamos hablando de personas excluidas que “deben” ser admitidas en el sistema educativo. Pero esto es escandaloso, ¿no? Hablar de inclusión es que se da por hecho que nuestra sociedad se desentiende, aleja, condena, señala, elimina de su “normalidad”, a personas determinadas por cuestiones físicas, psíquicas…sociales o económicas. Hay personas excluidas que deben ser incluidas. Y lo debe hacer el sistema educativo. ¡Vaya, mira tú por donde!
La perversión de esta afirmación radica en la asunción de esa cultura del descarte de la que habla el papa Francisco, donde existe “normalizada” “una cultura de la exclusión a todo aquel que no esté en capacidad de producir según los términos que el liberalismo económico exagerado ha instaurado”. Del mismo modo como apunta Francesc Torralba, “la cultura del descarte también afecta, negativamente, a todas las personas frágiles y vulnerables, a los seres humanos que padecen enfermedades, dolores, dependencias y deficiencias de todo tipo. Las víctimas de esta cultura del descarte son las personas frágiles.”
Pues, releyendo a Axel Honneth, filósofo de la tercera generación de la Escuela de Franckfurt, rescato una de las aportaciones más interesantes del autor. Se trata de la superación de algunas propuestas de Habermas sobre la cuestión del conflicto social. Total, que Honneth propondrá tres formas sociales de reconocimiento para que haya unas sanas relaciones entre las personas, a saber: el amor, el derecho y la solidaridad.
El amor limitado a la esfera más íntima y ligado a la familia, el derecho como expresión de una convivencia necesaria entre las personas a través de la vía jurídica que reconoce derechos y deberes para con los otros como sujetos de una manera universal. Y finalmente, la solidaridad. Honneth remite a este concepto para explicar cómo el reconocimiento mutuo intersubjetivo basado en la cooperación es decisivo para comprender lo que debe ser la praxis social humana.
Y cuando no se reconoce al otro, se le menosprecia. Y cuando se le menosprecia, se le excluye. Y cuando se le excluye, se le descarta. Hay una poderosa corriente cristiana humanista (Maritain) que se enraíza en el mensaje de Jesús que propone el reconocimiento del otro, sea como sea, como el primer paso para la construcción y la sostenibilidad de cualquier proyecto social. No aceptemos la exclusión como algo a remediar. Seamos proactivos en la eliminación de prejuicios. Un trabajo ad extra, pero que necesariamente pasa por un cambio del corazón en cada uno de nosotros. A ello.
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